“La ciudad ‘receptiva’ es una evolución de la ciudad inteligente, con una diferencia fundamental: los ciudadanos pasan de estar en el centro de la observación a convertirse en el centro de la acción”, subraya Schmitt.
La esencia de este concepto, explica, es desarrollar “una ciudad hecha de y para sus ciudadanos” tanto en su planificación y diseño como en la gestión de la urbe. Es decir, que “está en manos de sus ciudadanos”, que usan la tecnología inteligente para poder llevarla cabo.
Si las primeras ciudades inteligentes se impulsaron desde la tecnología, a partir de las grandes cantidades de datos recopilados desde sensores, con el desarrollo de tecnologías como internet de las cosas y el alto grado de penetración de los smartphones, los ciudadanos de la llamada ‘ciudad receptiva’ toman la iniciativa de generar y compartir datos, informar de incidentes, presentar sugerencias…
La capacidad y la disposición de los ciudadanos para comprometerse y actuar se convierten en el pilar de una ciudad receptiva”. Ciudades como Zúrich, Viena, Copenhague o Barcelona ya son modelos a seguir en la adopción de este enfoque “receptivo”.
De hecho, algunas pequeñas ciudades, e incluso aldeas suizas, que han sido moldeadas activamente por sus ciudadanos durante siglos, pueden considerarse prototipos de este concepto de “ciudad receptiva”.